telaraña



Las noches son raptoras. Acercamientos a uno mismo. Donde el hombre se preserva no tanto contra lo exterior, sino de los hilos que se tejen y destejen en lo profundo de él. Y en esas labores se alcanzan en ocasiones florituras tan perfectas que están a punto de suplantar lo consciente. Otras veces son simples puntos de cruz que se abandonan al primer desvío del sueño. Hay un combate desgarrador, nunca destructivo, que se resuelve casi siempre con la huída hacia adelante. Ninguna ensoñación pide cuentas a otra. Se turnan, se intercambian, se despojan, se despechan, se erigen, se derriban. Unas historias se alimentan con otras. Cada una avanza un punto más y la maraña se va afirmando desigual y olvidadiza. Una tendencia innata asevera calladamente que es sabiduría. La intuición de que la obra se terminará en alguna instancia incontrolada del hombre. Donde la luz es diferente a la del día.