colérico



Arremete colérico. El viento reparte desconcierto hasta los últimos rincones de los hogares, hasta las raíces más agazapadas de los árboles del bosque. Su sonido intenso y desordenado proyecta la fuerza que le envuelve en vorágine. Como una daga sutil atraviesa con su voz los pechos de los hombres más decididos. Durante sus horas impetuosas es mejor que los débiles mantengan una vigilia orante. Tú no eres de esos. Tú lo reconviertes en una composición armónica. Sólo te sobresaltas cuando el tono se precipita de improviso. Tienes también ese punto de quiebra. En ese instante buscas otros brazos que se sujeten a los tuyos. Luego retomas sus arpegios como cómplice. A veces hasta te abandonas en su mecer furioso y duermes. Que sea lo que su rugido quiera.