
No hay caída sin recurso a la salvación. El caminante cuenta con ello. Puede ser primero un sueño, después un deseo, más tarde la encarnación de una actitud que no tiene marcha atrás. A veces siente quebrar su energía en la persecución del territorio ansiado. Pero no pierde el estímulo. Esa fragilidad que le hace detenerse en una vera de la senda y concentrarse en los días vividos. No soporta a veces el peso de la bestia interior. Si pudiera recubrir la bestia que le alimenta con la extensión de un ángel…Aun sospechando que no se siente realmente ni lo uno ni lo otro, sólo entiende de acortar el vuelo. Blanco y negro, alado y oneroso, perfil y densidad. Los contrastes febriles de su esfuerzo inequívoco.