tantas huellas



Al pasar por las aldeas abandonadas te sobrecoges. Crecen las hierbas malditas y los campos vuelven a estar yermos. Nadie atiende lo que podría hace crecer. No hay quien procure que el tesoro de la tierra revierta en sus habitantes. Por todos lados la fatalidad ha desplazado lo que se creía asentado. Los moradores han huido. Las ruinas no se recuperarán jamás. Las puertas carcomidas y desvencijadas te hacen pensar en la casa de tu padre. Cuántos hombres añorarán como tú aquello de lo que han sido desprovistos. Ya no un techo, ni un suelo de labor, ni una res o un hogar, sino algo más profundo. Se han borrado con la destrucción los pasos una vez contados de los seres de la tierra. No es fácil andar por las rutas de la pérdida. Con la desposesión de la memoria todo se deshace. Miras los restos y te cuesta imaginar lo que hubo. Una duda te atraviesa en vertical cuando recuerdas la casa que dejaste. No te castigues ni te aflijas por lo propio, puesto que aquí queda el testimonio de otros hombres que sufrieron lo que tú aún no has padecido. Haz un don de tu supervivencia. Sé cronista de la tristeza con que los tiempos y la avaricia han desgarrado a los habitantes de estas regiones. En lo más humilde permanece la huella de muchas manos.