
¿Qué le dicen al viajero las aldeas por donde pasa? Le hablan de su infancia. En aquéllas en que aún suspira una brizna de vida joven el caminante se para. Mira la escena a distancia. Un niño se columpia en coloquio con un gato. El gato le mira atónito. Ven, mécete conmigo, parece decir el niño al felino. También el hombre se siente volando a favor del propio impulso. Oh, dioses, una vez fui yo ese niño. Oh, dioses, una vez sentí que el vuelo era inagotable. Eso piensa el hombre que ahora busca su destino contra su propio tiempo. ¿Lo buscaba ya entonces? Tal vez. El juego era un simulacro. Ahora todo es más real, más definitivo. No hay marcha atrás. El hombre se sienta y contempla la imagen en que el chico se pone a prueba en su esfuerzo. Como é,l palpa sus energías. Sin renunciar a sí mismo.