
Los seres de la noche son tus aliados. Busques el cobijo que busques, escuchas sus voces dispares. Los movimientos ocultos no te espantan. El fulgor de inmóviles miradas desde los árboles son familiares para ti. Los chasquidos sobre las hierbas secas y las ramas caídas te ponen en guardia, pero sabes que no son producidos por los de tu especie. El rumor de los ramajes te acaricia. El brillo de los lomos de ciertos animales que se desplazan sigilosos crea un espectáculo para tu vigilia. Te maravillas de los claros del cielo entre las nubes. De la invasión repentina de una luna que abre el bosque. Ese instante en que todos los rostros se contemplan. Estás a punto de entrar en otra espesura que la caída de tus párpados va propiciando lentamente. Donde tus temores son superiores y no puedes hacer nada sino dejarte llevar con la mejor fortuna.